El arte incorrecto

Tengo que hacer una serie de aclaraciones antes de meterme a fondo con este artículo.

Lo titulo “El arte incorrecto” porque sé que mi opinión va a llevar a los “entendidos” a decir que no tengo ni idea sobre lo que es el arte, pero no me importa, soy un insolente por naturaleza y asumiré esas críticas con una amplia sonrisa porque las espero, pero les advierto que me importa tres pepinos. Si decir lo que uno piensa es políticamente incorrecto, decir lo implantado como correcto, solo es ser un loro que repite hasta lo que no entiende y yo aún no me veo las alas. Al final yo soy un tipo muy particular y quiero seguir siendo así, porque si seguir los cánones establecidos por cuatro es ser un artista, yo me quedo en ser un salvaje, un cavernícola que hace dibujitos en las paredes de la caverna.

Entro en materia. Verá, yo siento el arte como un modo de vida, una forma que poco a poco va cambiando mi percepción de ver y sentir las cosas. Después, utilizando unos materiales específicos, unos intentamos plasmar en imágenes, formas o sonidos, eso que no tenemos la capacidad de expresar con palabras, unos porque sienten una gran necesidad de comunicarse y otros porque forma parte de nosotros mismos, de nuestro propio interior, pocas veces luminoso, la mayoría oscuro, exactamente como sucede en el transcurso de la vida de un ser humano, sea analfabeto, catedrático, “intelectual” o labrador.

Voy a hablarle de economía o mejor dicho, de una estafa. Imagínese que soy un tipo o una empresa con dinero, aunque no hace falta mucho, son más importantes los “contactos” en los lugares y situaciones puntuales. Busco la obra de un pintor muerto hace unos 200 años, no me interesa que esté vivo, pues si fuese así no me daría más que problemas. Si tiene una historia turbulenta estupendo, porque ese morbo crea mucho marketing. Si tiene un estilo muy marcado, mejor, la calidad no importa, sino la diferencia. Y como pienso comprar toda su obra por casi nada, cuantas menos piezas haya vendido en su vida, también mejor.

Ya sé que usted estará pensando en que los ricos tenemos nuestras rarezas y que con nuestro dinero podemos hacer lo que nos apetezca, eso creo que sería correcto si toda esa obra me la llevase a mi casa y adornase las paredes con ellas, pero aclaremos algo, yo no tengo rarezas, a mí lo único que me interesa es el dinero, así que cojo todos esos cuadros, los guardo en un sitio bien protegido, escojo uno cualquiera y lo saco a subasta. De inmediato todos los medios de comunicación a nivel mundial comienzan a difundir la noticia; ¿la de la excelencia del pintor y su obra?, que va, la noticia es que alguien compró ese cuadro por una cantidad diez veces superior a la que se haya pagado nunca en una subasta. Lo primero que piensa la gente es: “¿Quién está tan loco como para pagar esa barbaridad por un cuadro?” e inmediatamente después: “¿Quién es ese genio que nadie conocía?”.

¿Aún no sabe dónde está el negocio?. ¿Se imagina que esa cantidad la hubiese pagado yo mismo por medio de otros?, y a la hora de la verdad, ¿para qué voy a pagar por algo que es mío?, no es necesario el dinero, solo las apariencias para que la estafa funcione de maravilla. Mi negocio es redondo, ya puedo vender ese cuadro legalmente por una millonada cuando mi inversión ha sido casi nula, y eso no es lo mejor, lo mejor son las demás piezas que tengo almacenadas del mismo autor y por cuanto puedo venderlas ahora. Solo es cuestión de marcar los tiempos para ir haciendo un gran negocio con ellas. Cuanto más espere, más aumentará el precio, porque los “entendidos” en arte me facilitarán la inversión. Saldrán hablando maravillas de ese autor, buscarán datos biográficos de su vida, verán en la obra lo que en doscientos años no vio nadie, pasará automáticamente a formar parte de la historia del arte junto a Leonardo, Rafael, Picasso,… algunos pintores sin talento alguno para “ser ellos mismos” intentarán emular algo tan sumamente malo, incluso algunos se declararán expertos en el personaje y su “genialidad” dando conferencias, saliendo en los medios de comunicación, escribiendo libros, imprimiendo posters,… y para mi es perfecto porque puedo esperar cómodamente a vender la siguiente pieza en lo que quiera mientras cobro los royalties de todo eso. ¡Gracias entendidos, pensaré en vosotros desde mi jet privado y rogaré ante la santísima virgen para que os conserve la ineptitud que cada día me hace más asquerosamente rico!.

Posiblemente usted esté pensando que es un interesante guion para una película de ficción; pues no, en esta ocasión nada de esto se debe a mi imaginación, es sencillamente un rumor a gritos de lo que pasó con Vincent Van Gogh y Los Girasoles.

Ya sé que muchos me tacharán de inculto y me dirán que yo jamás entenderé la obra de Van Gogh, y es hasta posible, ustedes son los que saben y el resto somos tontos del culo, pero lo único que veo en él es a un personaje obsesionado por la pintura, que intentó ser pintor y nunca llegó a serlo; un insulto para los buenos impresionistas de la época. Si usted “siente” esos brochazos infantiloides de querer y no poder, tendría también que plantearse el cortarse una oreja, que lo ingresen en un manicomio y terminar quitándose la vida, claro, a no ser que usted, señor “intelectual” ya sea por defecto siquiatra. Esa solo es mi opinión y si no estoy en lo cierto, ¿qué le vamos a hacer?, por mucho que me digan, eso es lo que pienso cuando veo una obra de este señor.

A partir de la subasta y posterior manipulación de Los Girasoles todo cambió en el mundo del arte, dejó de pertenecer al pueblo para convertirse en algo reservado a manipuladores del mercado y a sus fieles borregos atolondrados.

A la era de las pinturas rupestres, del renacimiento, del impresionismo, del abstracto, se sumó la era actual, la de la estupidez.

Si antes un cavernícola gozaba viendo sus escenas de caza en unas húmedas paredes, la imaginación de un fiel volaba contemplando la Capilla Sixtina, si un espectador conocía la vida de los monarcas por medio de Velázquez y otros se estremecían ante la crueldad expresada en los grabados de Goya, ahora entender y comprender el arte, queda relegado a ricos manipuladores sin escrúpulos, a los manipulados sin personalidad y a los que les da vergüenza llevar la contraria a tanta sandez. De repente, la gente ya no tiene la suficiente sensibilidad para entender muchas chapuzas de las que ven y si no es eso, es simplemente incultura. Y yo me pregunto, ¿qué valor tiene una pieza que solo es capaz de comunicar algo a cuatro imbéciles?. ¿Desde cuándo una obra es solo buena porque unos especuladores especulan con ella?. ¿Es arte eso?, y lo que queda atrás, lo que no se regía por eso, ¿una mierda?.

Y todos quieren hacer negocio, por eso buscaron a cuatro inútiles y los encumbraron como genios solo porque pagaron grandes cantidades de dinero por sus piezas, habían encontrado el filón y era perfecto porque contaban con muchos manipulados que los apoyaban y apoyan. Se vende auténtica basura que solo “entienden” unos pocos, viendo en esas piezas lo que nadie ve, como si te quedas mirando a las nubes y solo tú ves una cabeza de caballo en ellas o, peor aún, un manipulador te ordena que lo veas, y por tu incapacidad, por ser políticamente correcto como buen borrego que eres, te basta con acusar al resto del mundo de insensible e inculto, por no entender que es una obra de arte un tiburón sumergido en formol o cuatro garabatos en un lienzo, claro, al que especula con esa mierda, tu estupidez le está beneficiando bastante, ¡sigue así borreguito!.

Y así aparecen otros seguidores, los que sin haber cogido un pincel en su vida, entienden más de las sensaciones del autor de una obra que el propio artista.

Los nuevos talentos del universo que directamente se ponen a pintar “abstracto”, olvidándose de que eso es parte de un proceso de muchos años, comenzando por dibujos anatómicos al carboncillo y diferentes épocas como las que tuvo Picasso. Eso no importa, ellos se saltan el paso y con llamarse genios o que algún interesado lo pregone para poder vender ya es suficiente, pero la verdad es que no servirían ni para llevarles el bocadillo a los aprendices de Tiziano.

Ahora para vender, para promocionarse, el lema es meter la paliza con discursos insufribles para que el que escucha o lee se sienta un estúpido y por vergüenza no sea capaz de reconocer que no entiende nada, es más, como he visto en muchos lugares, alguno asiente continuamente con la cabeza como diciendo: “Lo entiendo, no como el resto de tarugos que hay a mi alrededor”. En definitiva, resulta que ahora ser un artista es ser un palizas. Y me pregunto, ¿a quién coño le importa lo que pensaba Leonardo cuando pintaba la enigmática sonrisa de La Gioconda?.

Los que van de intelectuales, (aun no entiendo muy bien lo que es eso), tienen “tanta personalidad”, que para destacar dicen todos la misma frase que les han indicado. Ultimamente la que está de moda es: “El autor parece un ser atormentado”. No es la primera vez que reconozco detestar esa frase, en primer lugar porque los “entendidos” han dicho eso de mí, cuando las ideas de mis piezas me vienen más cuando estoy medio borracho o riéndome a carcajadas, curiosamente ninguno de ellos me conoce personalmente. Es que es una frase muy repetida, por ejemplo, decían lo mismo de una obra que se colgó clandestinamente en una sala de Arco, y digo que era clandestina porque aquella obra era un lienzo que habían llevado a una guardería, armaron a los niños con pintura y alegremente se pusieron a manchar la tela, ¡joder, que autores más atormentados!. Eso lo vi en un programa de televisión y tenía que ver la cara de intelectual que ponía el experto en artistas atormentados. Tengo que reconocer que yo jamás llegaré a sentir esa pintura, en primer lugar porque tendría que volver a ser un crío de guardería. Atormentado también era el autor de una composición en la misma feria y en esta ocasión sí que le habría que preguntar al autor si estaba atormentado, era uno de los encargados de la limpieza y la “composición” el cuarto donde guardaba las fregonas, la aspiradora,… debió de colocar todo aquello muy bien, con un sentido artístico fuera de lo común para que el “intelectual” que pasaba por allí pudiese sentir tanto talento tormentoso.

¿Qué cree que soy un inculto, un insensible, que no sé de arte,?, no importa, si la cultura es hacer el ridículo como un borrego amaestrado, la sensibilidad se reduce a sus propios complejos, sus conocimientos sobre el arte es ver el tormento en mi obra y en la de unos niños de guardería, y su intelectualidad y personalidad en decir lo que le dictan, que le aproveche, yo seguiré haciendo lo que me dé la gana y su opinión debería comprender que me importa poco, porque su intelecto no es precisamente algo que envidie. No se preocupe porque me sienta un incomprendido, me he acostumbrado a vivir con ello y ha terminado gustándome.

Gonzalo Obes