(IN)diferencia

MALDITA INDIFERENCIA

Siempre estuve obsesionado con la indiferencia del ser humano. A pesar de que muchos escritores, ensayistas, poetas, psicólogos hablan grandilocuentemente de las bondades del ser humano, al final, quizás por nuestro espíritu de supervivencia, solo somos sensibles de verdad por los sentimientos y la situación de nuestro clan, y a veces ni eso, solo quedamos nosotros mismos enfrentados sin pudor a nuestra indolencia e inevitablemente a nuestra propia soledad, quizás una soledad, un comportamiento impuesto por intereses ocultos inculcados desde la cuna.

Enciendes la televisión y “se te rompe el corazón” con las noticias,… largas filas de personas en el paro, manifestaciones y protestas violentas o no, personas llorando amargamente por un desahucio, hambruna en cualquier país del mundo, catástrofes naturales con muertos, heridos y gente desesperada, crispada,… pero todo esto lo olvidas de inmediato cuando cambias de canal o tu mujer te trae un aperitivo. Sales a la calle, y cuando vas a entrar al supermercado, encuentras a personas pidiendo limosna, te apiadas de ellas, miras para otro sitio y piensas para disculparte a ti mismo: “todos estamos en crisis”, pero cuando entras a comprar, adquieres una buena botella de whisky para compartir con tus amigos el fin de semana, te olvidas automáticamente del desafortunado de la puerta.

Al final, nadie te importa y a nadie le importas tú. Nuestra bondad, nuestros nobles sentimientos, nuestra humanidad, comienza y termina en un basurero llamado indiferencia.