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Entre el cielo y el suelo

Escrito por Patricia Fernández Giménez.

Si existe algo verdaderamente enriquecedor, distinto y divertido es conocer a Gonzalo Obes. Con él no debes andarte con clichés ni juicios preestablecidos, porque con total seguridad, nunca habrás conocido a alguien ni remotamente semejante a él. Mi consejo para tratarle sería abrir tu mente, echarle humor y dejarte llevar, el resto ya lo pone él.

Marcado profundamente por una feliz infancia, primer hijo y nieto, rodeado de amor por parte de padres y abuelos, con vivencias propias de un alto de montaña orensano y con todo lo que ello conlleva. Su primer y casi único maestro Manuel, su abuelo materno, del que aprendió ante todo el poder de la humildad y del que heredó carácter, fortaleza, sabiduría y sus primeras vivencias que le marcarían de por vida; Nunca en su infancia fue consciente de la forma de vivir humilde típica de la época y del lugar donde fue a nacer; la unión de su familia y el trabajo sin descanso mitigaron esta percepción; aun no teniendo apenas nada, como era lo normal es esa época, el cariño y la protección eclipsó esta escasez, consiguiendo tener una infancia feliz.

Convivió con la naturaleza y aprendió a subsistir en ella gracias a Manuel; aprendió lecciones magistrales de un simple ganadero, comprendió la esencia de la vida y la llevó a la práctica el resto de su vida.

Tal vez estos cinco años en tierras gallegas fueron los que marcaron su carácter de forma positiva, tal vez fueran lo más felices de su vida.

El resto de su infancia y su juventud la vivió en un sitio privilegiado de Asturias, Ribadesella. Le costó adaptarse, el cambio fue drástico. Comenzó una nueva vida ligado al mar, siempre dice que esta vivo de milagro, ya que en sus juegos de niño y sus correrías de adolescente, lidió con un bravísimo Cantábrico. Recuerda como se ganaba unos cientos de pesetas de angulero, en aquel entonces se cogían a kilos. Allí pasó su juventud, hasta que ávido de vivencias y emociones, y por evitar ser una carga económica para sus padres, se independizó y se convirtió en un trotamundos en busca de oportunidades. Otro motivo importantísimo por el que se marchó a buscarse la vida, fue por la falta de medios en la villa que le impedían desarrollar una actividad artística. Y así fue a parar a ciudades del sur de España, Madrid, Barcelona donde vivió un par de años o el mismísimo Paris. Unos años más tarde decidió volver a Ribadesella, donde formó su propia familia y se estableció en el norte de Navarra. Durante años compaginó a la perfección trabajo, familia y arte, jamás dejó de pintar y crear, haciendo varias exposiciones. Su actividad laboral le llevó a Cintruenigo, donde vivió unos años, estableciéndose finalmente en Tudela y donde sigue a día de hoy. El motivo de trasladarse a esta ciudad no fue otro que el de centrarse y dedicarse por entero a la creación de su obra. Su vida transcurre entre Tudela y Valencia, de donde soy yo y donde en un futuro no muy lejano pensamos establecernos definitivamente, o tal vez no, llegado el momento nos estableceremos donde más nos interese, pero teniendo clarísimo que no será una gran ciudad, nos gusta la vida sencilla de los pueblos, creemos que se gana en calidad de vida.

Voy a olvidarme por un rato que Gonzalo es mi marido y voy a intentar “diseccionarle” en lo que a carácter se refiere, sin dejarme llevar por la pasión que despierta en mí. Aviso de antemano que no va a ser tarea fácil.

Anticlerical y ateo desde que puso un pié en este mundo, pero con la capacidad suficiente como para respetar las creencias de los demás, jamás ha sido en este sentido radical y siempre se tomó estos temas con muchísimo sentido del humor. Una de las anécdotas más significativas la cuenta su madre, Manuela, creyente y practicante de toda la vida, intentó sin éxito transmitir a su queridísimo hijo sus creencias religiosas. Cuenta que ya desde que empezó a tener uso de razón, su madre le intentaba enseñar las oraciones típicas de todo católico y le decía: “Padre nuestro que estas en los cielos”, y su hijo, aun sin saber hablar correctamente decía: “¡Pade nuesto no, no ta en los cielos!”; peor parte se llevaba la Virgen María: “Santa María, madre de Dios”: ¡nooo, nooo made de dios no!”; evidentemente su madre le dió por perdido en estas cuestiones desde su más tierna infancia.

Pero si hay algo a lo que le tiene realmente manía, es a los políticos, esa clase según él “indecente” ; si quieres ver a Gonzalo verdaderamente encendido, háblale de la clase política sin importar color, le supera, tanto que de hecho evita hablar de dos cosas: hablar de política y de futbol… por algo será.

Si me preguntaran cual es el rasgo más marcado de su carácter, mi respuesta sería el sentido del humor, se ríe hasta del mismísimo diablo, de hecho le llama coloquialmente “mi amigo Luci” (Lucifer). El padre de Gonzalo, un hombre increíblemente tierno, siempre repetía esta frase: “cuando Gonzalo ríe… llora el diablo”, creo que sobran las palabras. La sencillez y la cercanía son también algo innato en él, le gusta el trato de tú a tú con personas como el dice, muy normales. Vive en un barrio obrero y disfruta más tomándose unos vinos con estas gentes sencillas que degustando una mariscada con intelectualoides insoportables. Encuentra más especial la personalidad del camarero que la de los comensales charlatanes.

Una vez le definí como “ese toro bravo que pace en los pastos, que por su valentía y lucha demostrada a lo largo de su vida se ganó el indulto, y ahora ya maduro se ha ganado el derecho a vivir en paz, a ser respetado; un toro al que hay que dejar tranquilo y no molestar, pues lo único que busca, como diría él, es “que le dejen en paz de una puta vez”, y esto es porque esta cansado de malos rollos, no quiere conflictos aunque se empeñen en provocarle, por esto le defino así.

Desde el momento en que abre los ojos al despertar, él está creando; da igual que sea una receta de cocina, una forma original y diferente de pintar el cerrojo de casa o en construir un robot con materiales reciclados para aumentar su patrimonio artístico. Tiene la mente más inquieta que he visto en toda mi vida; cuando habla, (porque habla y mucho), está creando; cuando calla, esta creando más aún y échate a temblar, por mucho que intentes dilucidar a que le anda dando vueltas su cabeza, siempre te sorprenderá. Cuando le conocí me dijo que llevara siempre encima una libretita… ¿una libretita? (lo que le faltaba a mi bolso); sí, porque a cada rato le viene a la mente una nueva idea para una nueva obra, y dado que tiene menos memoria que un abuelito con alzheimer, no queda otro remedio que anotarlas en el acto o pasarían a ser otra idea genial que nunca más recordará; sus piezas están basadas en conclusiones que saca de cualquier conversación, de cualquier cosa que ve y en cualquier sitio o momento, es por esto que debo anotarlo todo, es como una fuente de creación inacabable.

No piensen ni por un momento que por mi parte solo van a haber alabanzas hacia él, porque tiene defectos varios, como por ejemplo meterse tanto en lo que está creando que se olvida de mi y de que vive en este mundo; se introduce en “su mundo”, un mundo desconocido para el resto de los mortales, un universo paralelo en el que solo él tiene cabida y es misión imposible tratar de compartirlo; un mundo llamado Saomrieckwirenk (por este motivo la sección de arte se divide en dos: (IN)diferencia y Saom). Es por eso que yo me quejaba al principio y sufrí mucho, no entendía que tuviese un mundo aparte del mío y me sentía hasta celosa de no poder formar parte de él; con el tiempo llegué a la conclusión de que Gonzalo es así, y de que por mucho que me empeñara en cambiarlo jamás lo conseguiría. También descubrí que ese universo paralelo no era mi enemigo, sino mi aliado, que no tenía nada que temer, que ese otro mundo también me quería y contaba conmigo.

Otro defecto es la falta total y absoluta de horarios, de un orden a lo largo del día: puede comer a las siete de la tarde (o no comer si se le olvida), dormir a las 12 del mediodía, y vestirse corriendo para bajar a comprar sus puros a las 3 de la madrugada y ya en la puerta decir: ¡¡pero si esta cerrado!!… eso es convivir con Gonzalo, solo que una servidora es también muy cabezona y consigo, dentro del desastre, poner un poco de orden y también porque a él le gusta que lo haga. Un día no hace ni 4 años, se despertó y pensó: hoy empiezan las fiestas de Tudela, hoy es el chupinazo… ¡¡voy para allá!!; se vistió todo de blanco inmaculado con su fajín y su pañuelo rojo al cuello, estaba contentísimo. Salió a la calle y cuando llevaba un rato caminando empezó a percatarse de que era el único que iba vestido para la ocasión. Y no se equivocó… comenzaban ese día, sí, pero al mes siguiente, así que muerto de risa se volvió a casa. Así es la memoria y el despiste de Gonzalo, yo siempre le digo que su despiste es su rasgo más encantador. Si hay algo que puede conmigo es su arte para delegar en mi; ya sea cambiar una bombilla en casa o hablar con su abogado, siempre acaba diciéndome: “cariño, anda, hazme el favor que ahora mismo estoy muy ocupado”. Y claro, él siempre está ocupado, pero tiene esa gracia de con un solo gesto o una sola palabra conseguir convencerte de cualquier cosa, y acabarás haciéndolo de mil amores. Estoy convencida de que el me pide constantemente que haga cosas relacionadas con el mundo del arte para que me sienta útil e imprescindible. Piensa que no hay nada peor para la persona que convive con él que sentirse desplazada de su mundo y esta es su forma de hacerme partícipe de él.

Pero si hay un estado natural en el que Gonzalo es Gonzalo, donde su mente más vuela, donde su simpatía se multiplica por mil, ese es el haberse tomado unos cuantos vinos y estar de buen rollo. Se vuelve alucinantemente gracioso, pacífico, cariñoso e imaginativo. Le encanta el buen vino y los puros habanos. Podría calificarlo de sibarita, aprecia el buen vivir tremendamente, aunque por los avatares de la vida se adapte absolutamente a todo. Amante de la buena mesa y de largas e interesantes sobremesas, huye de los lugares ruidosos pues es un tertuliano empedernido. Es tan imprevisible que es capaz de despertarte a las 5 de la madrugada, hacerte sentar en el sofá y ponerse a pintar ese cuadro en el que está trabajando, o sacarte de la cama para ir a comer unos caracoles después de una noche de juerga; puedes ponerte como te de la gana, puedes decirle que se meta los caracoles por donde no brilla el sol… pero acabarás yendo, ya te lo digo yo.

Gonzalo es un genio atípico, se mueve en el mundo del arte como pez en el agua, pero no soporta a los personajes propios de este mundo de humos subidos, es más, los detesta. Él cree, piensa y dice que el arte debería estar al alcance de todo el mundo, no solo de un nutrido y exquisito grupo de adinerados afortunados. Es por esto que tiene en mente reproducir sus piezas a tamaño real en un plotter y venderlas a un precio accesible con series numeradas, para que todo el mundo pueda tener acceso a su obra. Le gustan los artistas humildes y asequibles, con los que puedes tener una conversación sin que te parezca que estas hablando con el mismísimo Dios, de hecho ni siquiera han de ser humildes, le basta con que crean en su trabajo y no especulen con gilipolleces como “yo soy el más especial”.

No soporta a los pedantes que van de filósofos y que la única filosofía que les mueve es la del dinero, el éxito y la fama. A él le importa tres rábanos la fama, si algún día es popular, estará encantado de poder compartir su arte y su mundo particular con el resto de los mortales. En su última exposición en Barcelona, sabía que tendría que hablar para los invitados y la prensa, y aun así pasó del tema. La misma noche antes de la inauguración, sentado en un bar tomándose sus vinos, le pidió una servilleta y un bolígrafo al camarero, (eso lo hace con frecuencia cuando le falta su cuaderno naranja, de ahí que su cartera este llena de servilletas), y allí mismo, en un cuaderno de esos de apuntar la comanda del bar escribió a grandes rasgos su discurso. Al día siguiente me lo entregó a mí, que lo guardé con celo en mi bolso. Minutos antes de la conferencia, me volví loca buscándolo y había desaparecido, así que tuvo que salir a la palestra e improvisar; Le hicieron salir a hablar el primero y considera que fue una trampa (nunca lo había hecho en una exposición), así que salió y simplemente fue muy breve precisamente para no decir lo que realmente pensaba: “yo no pinto con la lengua, no tengo nada más que decir, ahí tienen mi obra… espero que la disfruten”. Os adjunto la imagen escaneada. Afortunadamente esto solo quedo en eso, un pensamiento, porque por un momento creí que la iba a liar parda diciéndolo.

Creativo hasta límites insospechados, original, divertido, distinto. La vida junto a él es una sorpresa continua, cualquier cosa menos aburrida. Amigo incondicional, allá por donde pasa deja huella y nuevos amigos que cultivará y cuidará con esmero. Recuerdo una noche en una cafetería de esas abiertas las 24 horas, por tierras gallegas, entramos a tomar una copa y el camarero era un hombre que fácilmente podía medir dos metros y pesar 150 kilos; tenía una cara de bruto y de pocos amigos tremenda (supongo que para lidiar con los pesados pasados de copas de la madrugada). Nada más entrar me dijo: cuidado este hombre que mal genio tiene…. ¡pero yo me voy a hacer con él!, evidentemente yo pensé: ¡¡ay señor!!; bien, pues a la media hora el chico ya solo estaba pendiente de él, charlando y riéndose. Al marcharnos, después de muchas copas y pinchos, le pregunté que le debía, y el muchacho me dijo 9 euros… ¡¡9 euros!!, lo que habíamos consumido pasaba seguro de 50, y además nos acompañó a la puerta y se despidió de Gonzalo con un fuerte abrazo, haciéndonos prometer que volveríamos a verle… así es siempre mi marido. Cuando un amigo le traiciona, el siempre dice lo mismo: “lástima… él es el que pierde, yo nunca le hubiese traicionado”.

Creo que hay poquísimas personas que conozcan realmente a Gonzalo, y esto me da pena y rabia. Pena porque se pierden a un ser humano distinto, con unos valores tremendos y una personalidad arrolladora. Rabia porque me doy cuenta de la ignorancia de la gente, de los clichés preestablecidos, de la superficialidad del género humano y el no preocuparse en profundizar más allá de las apariencias. Estoy convencida de que es un artista incomprendido, pero realmente, esto a él le importa un pimiento.

Marido ejemplar (cumple perfectamente con su cometido de protección total y absoluta, y de hacerte sentir importante); cuando me conoció me dijo: déjate de tonterías que yo soy tu marido ideal, y efectivamente así es. Esto puede sonar a engreimiento, pero no lo es, el me conocía y sabía que con su forma de ser yo sería feliz…. Y efectivamente, lo soy, cumplió con su palabra. Trabajador incansable, amigo para siempre, imaginativo; exjuerguista profesional retirado (bueno, de vez en cuando…. Ya me gustaría saber que hace cuando marcho fuera), apasionado en sus relaciones y en sus quehaceres, con una vida tan intensa y variopinta que harían falta muchos libros para narrarla.

Así es Gonzalo Obes, mi marido.

Patricia Fernández Giménez

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